¡Muerte, tú morirás!

Le dedico este soneto a mi amigo y su comunidad en España luego del fallecimiento de un hermano querido.

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Así pues, hermanos míos amados, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es vano el Señor.
— 1 Corintios 15:55-58 BJ
La resurrección de Cristo, El Greco

La resurrección de Cristo, El Greco

Soneto Sagrado X 

 

Muerte, no te envanezcas, aunque te hayan llamado 

poderosa y terrible, porque no eres así, 

pues los que tú supones que has vencido no mueren, 

pobre muerte, ni puedes a mí mismo matarme. 

 

Del reposo y del sueño, dos imágenes tuyas, 

surge un goce mayor, y los que te has llevado

y son nuestro tesoro, obtendrán sin tardanza

la paz para sus huesos, libertad para el alma. 

 

Del destino, el azar, de los reyes y la ira

siempre esclava, convives con el mal, el veneno

y las guerras, ¿acaso los hechizos y filtros

 

no adormecen también? ¿De qué, pues, te evaneces? 

Tras un sueño muy breve hay la eterna vigilia,

y no habrá ya más muerte: ¡muerte, tú morirás! 

 

John Donne, 1572-1631