Iglesia y espiritualidad

Vivimos en un mundo obsesionado con la técnica. Tanto nuestras librerías como nuestras redes sociales están llenas de herramientas para saber “cómo hacer” algo. Nuestra sociedad tiene una preferencia prominente por el “hacer”. La búsqueda de la “técnica perfecta” como clave a la “buena vida” ha impregnado no solamente a las librerías y las redes sociales sino también a la iglesia. Muchos libros cristianos proveen métodos, planes y programas que han tenido “éxito” en alguna iglesia del mundo.

 

Sin embargo, la lógica del reino de Dios es vastamente diferente a la lógica científica y empresarial que domina en nuestra sociedad. Cuando el mundo privilegia el poder, el reino de Dios el servicio. Cuando el mundo privilegia las riquezas, el reino de Dios la generosidad y la confianza en Dios. Cuando el mundo privilegia el hacer, el reino de Dios el hacer que nace del ser.  

 

¿Quién nos podrá ayudar a diferenciar entre el mandato de Dios y del mundo? Es el Espíritu Santo quien recibimos en nuestro bautismo que nos permite discernir la voz de Dios. Es el Espíritu Santo quien nos ayuda a acercarnos al corazón de Dios para descubrir qué es lo realmente importante. Es el Espíritu quien nos abre el camino a la vida abundante que nos anunció Jesús (Juan 10:10). Es el Espíritu Santo quien convierte un grupo de hermanos y hermanas reunidos en el nombre de Jesús en una iglesia espiritual. 

 

Ahora bien, ¿qué es una iglesia espiritual? Una iglesia espiritual es un grupo de hermanos y hermanas comprometidos con el ministerio de Jesús (Juan 20:21). Es una familia que escucha la voz de Jesús y camina en sus pasos (1 Pedro 2:21). Una iglesia espiritual resiste la tentación de ser “eficiente” o “productiva” para ser una iglesia con Jesús en su centro, una iglesia compasiva, servicial y amiga de los pecadores. Es el cuerpo de Cristo que obra en sintonía con el Espíritu (cf. Romanos 8). 

 

La iglesia espiritual reúne a discípulos de Jesús, personas dispuestas a morir a sí mismas cada día, tomar la cruz de Jesús y seguirlo (Lucas 9:23-27). De otra manera, la iglesia se convierte en un lugar para la auto realización o la superación personal. Siempre tendrán luchas de poder, discusiones vanas y conflictos sin sentido las iglesias que no son guiadas por el Espíritu (cf. la exhortación Pablo a los filipenses a partir del capítulo 2). 

La fracción del pan - Catacumba de Priscila

La fracción del pan - Catacumba de Priscila

Tal como nuestra relación con Dios no puede ser medida o cuantificada con números o estadísticas, tampoco se puede medir la espiritualidad de la iglesia en términos humanos ya que el modelo de la iglesia espiritual desafía todo cálculo matemático y científico. ¿Cuál es el modelo de la iglesia espiritual? Es la encarnación de Jesús que nos enseña cómo ser una iglesia espiritual.  

 

En la encarnación de Jesús, se casan el cielo y la tierra, lo divino con lo humano. Jesús se rebajó y tomó forma de un siervo (Filipenses 2:7). Jesús se hizo uno de nosotros para que nosotros pudiéramos participar plenamente en la vida del Dios trino (cf. La encarnación del Verbo de Atanasio de Alejandría). 

 

La iglesia también es la unión de lo divino con lo humano. Cristo mora en cada miembro de la iglesia (Gálatas 2:19-20). La vida de cada cristiano está animada por el Espíritu de Dios. La iglesia no es una empresa más. La iglesia no es apenas una organización sin fines de lucro para servir a la comunidad. La iglesia es el templo del Dios viviente (cf. 1 Corintios 6:19). 

 

Y si la iglesia es el templo del Dios viviente, esta verdad debe ser evidente ante todos. 

 

Si el mensaje del Cristo crucificado fue piedra de tropiezo para los judíos y necedad para los gentiles (1 Corintios 1:23), una iglesia espiritual que sigue las pisadas del Cristo crucificado también será un escándalo hoy para ciertos religiosos y una locura para los no creyentes. 

 

Ser la iglesia que Jesús quiere va a generar mucha resistencia. Una iglesia espiritual es incomprendida por el mundo. En primera instancia, predicamos al Hombre-Dios quien murió por nosotros y luego se levantó de entre los muertos abriendo así las puertas a la nueva creación. Esto sigue siendo un escándalo para aquellos que creen que no existe algo más allá de lo que podemos ver. Nuestra sociedad tampoco entiende la concepción de la libertad que predicaba Jesús. El Maestro nos enseñaba que, para ser libres del mal, tendríamos que rechazar el pecado y abrazar la voluntad del Padre. Nuestra sociedad busca la libertad sin dar la espalda al pecado. Busca un futuro más pleno y más humano aparte del ser humano por excelencia, Jesús y lejos del Padre, Creador de la vida. Por eso, una iglesia en sintonía con Jesús será incomprendida. 

 

Una iglesia espiritual también podrá ser incomprendida por muchos hermanos y hermanas en la fe. Hay muchos hermanos que sólo rescatan que Dios es un Dios de orden (1 Corintios 14:33) mientras se les escapa que Dios también es amor (1 Juan 4:7-21). El ministerio compasivo de Jesús abocado a las mujeres, los pobres y los pecadores es un escándalo para los hermanos que quisieran ser ciudadanos respetables y formar parte de comunidades respetables. (Por si acaso, la respetabilidad es una virtud del mundo y no del reino de Dios.) Jesús fue llamado “glotón” y “borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores” (Lucas 7:34). Muchos hoy, en vez de identificarse con el acusado, Jesús, prefieren identificarse con sus acusadores, los fariseos y los maestros de la ley que se escandalizaron por las obras caritativas de Jesús. 

 

¿Quiénes hablan bien de la iglesia espiritual y la bendicen? La bendicen los pobres y los que saben que son pecadores necesitados de la misericordia de Dios. La iglesia espiritual la bendicen aquellos que no se la dan de santos sino de pecadores recuperados por la gracia. La bendicen las familias al borde de un conflicto decisivo, los jóvenes sin esperanza y los arrogantes arrepentidos. Y por supuesto, la iglesia espiritual la bendice Jesús porque comparte juntamente con Él su pasión y resurrección (Romanos 8:17).  

 

Muchos hermanos y hermanas se han esforzado desmedidamente para asegurar la organización bíblica de la iglesia local y han dejado de lado la continuación del ministerio de Jesús. Preocuparse excesivamente por las formas de la iglesia es como pasar una vida entera construyendo una casa sin habitarla y gozar de ella. En una iglesia espiritual la organización representa apenas el trampolín que abre camino al ministerio significativo a lo cual hemos sido llamados, no es un fin en sí mismo. 

 

La iglesia espiritual no puede buscar a los pecadores, servir a los pobres y animar a los desalentados si no ora, si no adora a Dios y si no medita en las palabras de Jesús. En otras palabras, la iglesia no puede cumplir su misión si no vive en el Espíritu. 

 

El desafío de la iglesia hoy no es elegir entre ser una iglesia “espiritual” o una iglesia “trabajadora” como si lo “espiritual” quedara simplemente en la contemplación silenciosa de Dios y su Palabra. El desafío de la iglesia hoy es saber aferrarse a Jesús, acercarse a Él en silencio y oración contemplativa para luego, con valentía y osadía, salir al mundo en que vivimos con los brazos abiertos y con palabras de amor y esperanza. 

 

Por último, la iglesia espiritual no necesitará mucha “técnica” ni “métodos” diversos para evangelizar porque su testimonio del Cristo vivo será claro y contundente. No habrá necesidad de argumentos complejos, de elaboraciones doctrinales dignas de alguna facultad de teología, sólo necesitará vidas transformadas, animadas y guiadas por el Espíritu. 

 

Cuánto más nos acerquemos a Jesús, nos acercamos a los pobres y a los pecadores porque ahí está Jesús procurando quienes lo quisieran escuchar. No nos encerremos en las cuatro paredes de nuestras iglesias cuando a Jesús también lo encontramos afuera haciendo lo mismo que hacía cuando estaba acá en la tierra. Colaboremos con Él y con lo que está haciendo a nuestro alrededor. Seamos parte de la iglesia espiritual. 

 

Este ensayo aparece en el tercer número de la revista INFO LAHIBI.