Carta para jóvenes siervos y siervas de Dios

Esta carta la dirijo a todos los jóvenes, tanto hombres como mujeres que sienten el deseo y el llamado de servir a Dios de una manera especial en la iglesia para el bien del mundo. 

 

De manera particular, dedico esta carta con mucho cariño a mis hermanos muy amados y recién graduados: Oscar Álvarez, Francia Oviedo, Daniel Rodríguez, Marbella Parra y Corina Díaz. También la dedico a dos queridos hermanos y compañeros que continúan su preparación académica para servir de mejor manera en la iglesia: Gabriel Damalis y Gustavo Rojas. ¡Qué Dios les continúe bendiciendo! 

 
Jesús el Buen Pastor, Siglo III

Jesús el Buen Pastor, Siglo III

 

A mis queridos consiervos y consiervas en el Señor Jesús, 

 

Oren mucho

 

El pueblo de Dios necesita siervos que pasan mucho tiempo en oración intercediendo por la iglesia. Deben sentirse bien quedándose en casa para orar aún cuando tengan cosas que hacer. Además de orar mucho, su principal tarea es enseñar a los hermanos a orar. Esto quiere decir que no deberían convertirse en una especie de Jesús — no deben ser el salvador o mesías de nadie en la iglesia. Además de orar, su tarea es señalar siempre a Jesús. Por eso, no deberían reemplazar nunca a Jesús generando una dependencia entre su persona y los hermanos. Ustedes son siervos, Jesús es nuestro Salvador. 

 

Adoren en espíritu y en verdad 

 

Toda iglesia merece ministros que aman, desean y adoran al Dios vivo. La adoración reorienta nuestros deseos de poder, control y también calma nuestra angustia cuando pensamos que todo depende de nosotros. Acercarnos al trono de la gracia nos recuerda que dependemos, en primera y última instancia, del favor de Dios tanto para la vida como para el ministerio. Un siervo de Cristo que no adora en espíritu y en verdad tendrá otras lealtades que sólo perjudicarán a la iglesia a corto o largo plazo. 

 

Sean subversivos en el ministerio

 

La iglesia tiene ciertas expectativas de ustedes. Los hermanos querrán escuchar sermones que traen consuelo y paz a sus corazones. También tendrán expectativas en cuanto al trabajo que van a realizar y cómo lo van a realizar. Deben tomar en cuenta siempre sus expectativas y sugerencias y a la vez saber que ustedes tendrán que rendir cuentas ante Dios por el trabajo que harán. No tengan miedo de exhortar con amor, corregir con compasión y, aún cuando sea incómodo para todos, plantear una nueva visión para la iglesia cuando los hermanos se han conformado con menos de lo que Jesús quiere. Sean subversivos, entiendan que trabajan para Dios y que deben trabajar juntos con los hermanos. Dejen que la voz de Dios sea la que se encamine a la iglesia y no los caprichos de sus miembros o sus ministros. 

 

Sean compasivos en el ministerio pastoral 

 

Dios el Padre es compasivo. Jesús es compasivo. El Espíritu Santo obra en nosotros para que también reflejemos la compasión de Dios. El legalismo, la presión social, la manipulación psicológica no aportan a la real transformación de los hijos y las hijas de Dios. Es la gracia de Dios que nos enseña a rechazar el pecado y a vivir conforme a nuestra resurrección en Cristo Jesús. Amen profundamente y con abandono, como nos ama Jesús. Cuando sienten que sus corazones se van endureciendo, vuelvan a leer los relatos evangélicos acerca del ministerio de Jesús y dejen que su mensaje penetre en sus corazones. 

 

Lean la Biblia para ustedes mismos y luego para la iglesia 

 

La primera lectura bíblica que debe hacer el teólogo o el ministro es para su propia vida. ¿De qué le sirve a la iglesia escuchar sermones acerca de la gracia y la obra del Espíritu Santo cuando no las ven en le vida en aquella persona que predica? En lo posible, aparten dos espacios en su casa: uno para la vida devocional propia y otro para la preparación de estudios bíblicos. Esto les ayudará en alguna medida a saber en qué momento se disponen ante Dios como hijos muy amados y en qué momento se esfuerzan como ministros para discernir la voluntad de Dios para con la iglesia. 

 

Lean muchos libros de diferentes géneros

 

Toda persona interesada en trabajar con otros seres humanos debe leer literatura. La literatura, antes de la sociología, era la manera de descubrir, observar y aprender acerca de la naturaleza humana. Toda persona que quiere servir a Dios en el ministerio debe apartar un tiempo para leer ficción y apreciar cómo la gracia divina penetra en la realidad humana. 

 

Además de leer literatura, sigan leyendo teología. Traten de evitar la mayoría de la literatura cristiana evangélica que les da respuestas fáciles. Primeramente, porque casi nunca son fáciles las respuestas y esas respuestas usualmente no están pensadas para su contexto. Lean teología seria, esa teología que interroga las Escrituras, dialoga con pensadores del pasado y que no necesariamente ofrece respuestas sino principios bíblicos y teológicos para afrontar los desafíos de la vida. 

 

Busquen un director espiritual

 

Servir a Dios no es fácil y servir a los hermanos tampoco es fácil. Busquen en lo posible a hermanos y hermanas que puedan servir como directores espirituales. Su tarea no será tanto decirles qué hacer o darles consejos. Su tarea principal es acompañarlos en oración, señalar donde ven a Dios obrando en su historia y en la historia de su congregación. No darán respuestas fáciles, pero podrán caminar con ustedes en la aventura que es servir de lleno al Señor. Busquen con quien compartir sus debilidades, sus fortalezas y la carga que representa el servir a Dios. 

 

No se olviden de los pobres 

 

Jesús dedicó la mayoría de su ministerio a las personas que estaban en los márgenes de la sociedad. Podría ser tentador dedicarse a profesionales y a personas importantes, pero no se olviden que el reino de Dios se manifiesta a través de los bienaventurados de Dios: los pobres, los desprovistos, los manos y los compasivos. Servir a los más necesitados entre ustedes va a asegurar que sus pies están bien plantados en la tierra. Un ministerio que poco se preocupa por los pobres poco tiene en común con el ministerio de Jesús. 

 

Es una enorme alegría verlos crecer. Estoy muy orgulloso de cada uno de ustedes. 

 

¡Qué hermoso atravesar este camino hacia Jesús juntos! 

 

Gracia y paz,  

Jonathan Hanegan